Defender Brasil de Bolsonaro
El año 2019 empieza con una mala noticia para Brasil y para el mundo. Jair Bolsonaro toma poder en Brasilia y con él, siguiendo el ejemplo de Donald Trump, se echa a andar su programa electoral nacionalista y populista con todos los peligros que implican a nivel local y global.
En la segunda vuelta Fernando Haddad no ha sido capaz de apaciguar las propuestas de extrema derecha del nostálgico defensor militar. Desde luego la principal amenaza que más tememos todos los que observamos el fenómeno desde fuera de Brasil es el futuro de la Amazonia.
En Brasil está la mayor reserva forestal del mundo y que además contiene el 60% de la biodiversidad del planeta, y aunque todo el Amazonas se extiende también por Colombia, Venezuela, Perú, Guyana y Surinam, es justo en el territorio brasileño donde se concentra la mayor parte de todo este tesoro mundial.
Según informes de WWF y de Greenpeace este año, y a pesar de los esfuerzos por conservar la selva, una quinta parte del Amazonas ha desaparecido llegando a los 7.800 km² en tan sólo el período de 2015 a 2016, algo que con Bolsonaro va a empeorar ya que entre sus planes está el de abrir concesiones para nuevas infraestructuras en el territorio amazónico para que empresas nacionales puedan trabajar sus recursos forestales y también mineros.
Una de las actividades que más se explota en Brasil es justo el cultivo de soja y Blairo Maggi, el ministro de agricultura, ya anunció que su intención era duplicar la producción en los próximos 10 años. Si con el 24% del territorio dedicado a este cultivo industrial no es suficiente ¿cuánto territorio protegido más se necesitará para cumplir esta promesa?
La protección legal que tenía el Amazonas y otros territorios brasileños se desvanecerá por la fusión, también una de las estrellas del programa de Bolsonaro, de los ministerios de Medio Ambiente e Industria, de tal manera que todos los programas ambientalistas pasarán por el filtro de los lobbies empresariales.
Un admirador como Bolsonaro, del trumpismo antiinternacionalista y en contra del multilateralismo para resolver los problemas globales, no podía ser menos a la hora de criticar el Acuerdo de París. La suscripción del estado brasileño queda en el aire ya que sólo aceptaría seguir adelante con la firma si ello no implica ceder soberanía a los pueblos indígenas ni a las instituciones internacionales, que según él y sus partidarios, no representan los intereses auténticos de Brasil. Una de sus victorias ya ha sido, como comentábamos con el análisis de COP24, la pospuesta de la fijación de las cuotas del mercado de carbono a petición de Brasil.
Si esto no fuera poco también, propone la construcciones de nuevas centrales nucleares y el expolio de las tierras indígenas, impidiendo además a observadores internaciones y ONGs tomar nota de la pérdida de estos derechos humanos y ambientales. Organizaciones ecologistas o la misma Amnistía Internacional ya fueron amenazadas durante estos meses por el propio Jair Bolsonaro y se espera un endurecimiento en la legislación federal de Brasil en lo relativo a la protección de minorías.
Actualmente los defensores de los derechos indígenas ya estaban viviendo el país más peligroso para llevar a cabo sus reivindicaciones con más de 200 asesinatos anuales y sin la protección debida del Estado, o incluso la liberalización de armas entre la población, como también propone, esto será todavía más grave.
No quiere ceder ni un milímetro de tierra para los pueblos indígenas, que hasta ahora eran protegidos por la misma Constitución de Brasil, y haciendo que su defensa patriótica sea de dudosa constitucionalidad e ilegal tanto por los tratados firmados, como por las leyes brasileñas.
El comercio justo seguirá vigente en Brasil, pero con más dificultades tanto en la producción, como en la promoción. Sin el correcto respecto a estas prácticas y anteponiendo los intereses agroindustriales a los de las minorías rurales e indígenas, muchos productores tendrán más problemas para certificar sus materias primas e incluso para poder llevar a cabo programas de apoyo a la biodiversidad.
Su discurso nacionalista tampoco deja espacio para los movimientos feministas, LGBT y de minorías raciales, como los afrobrasileños. O se está con Bolsonaro o se está contra él.
En esta legislatura sólo nos queda solidarizarnos todavía más con el pueblo brasileño y en especial con los colectivos que están en el punto de mira del Gobierno entrante. El Amazonas no se vende y la dignidad histórica de Brasil tampoco.
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